Eran las doce de la noche, caía en sueños y la virgen maría se acercaba a mí.
Ella me miraba fijo, pero con la mirada desorientada. Sus ropajes tiraban luces de mil colores (las conté una por una); entonces ella se acercó a mí, tocó mi hombro y recitó Números 31 de la biblia.
Luego dijo: - Abre bien tus ojos -. Accedí y mis pupilas reventaron, maría escupió mi rostro y sanó mis heridas.
Hoy puedo explicarles esta visión: Dios muchas veces nos escupe en la cara, pero nosotros debemos saber que son pruebas y que él luego nos sanará.
Dios nos convierte en una estrella de mar, para sanar y aliviar nuestro santísimo y purísimo cuerpo.
Bienvenidos sean todos, amén.
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